viernes, 13 de noviembre de 2009

Una Muerte Candida

9 de octubre, el reloj da las 11:55 de la noche. en el borde de la cama, Libertad.
Si, asi se llama ella, de cabellos ensortijados color azabache, unos ojos gigantes como un iceberg y tan azules como el mismo mar, de labios rojos como las fresas en primavera, y una tez sonrosada de muñequita aporcelanada.

Parecia congelada, estaba estatica, no emulaba ni media palabra, solo el largo y casi fatigante sonido de su respiración, como si se ahogara, como si muriera.

Adelante de ella, un ventanal enorme, tenia un marco en madera suiza, grande
y de color blanco, en él, chispas jadeantes y traslucidas de un color rojo carmín
que se estallaban por doquier, parecia una decoración del hallowen, un tanto bizarra.

El vidrio se dividia en mil pedazos, parecia como si la mano de Dios se hubiera
apoderado del cristal y lo hubiese desmoronado como un terron de azucar.

Fuera, en la oscura y empañada calle, yaciá el cuerpo de un hombre grande
con muchas canas y de ojos verdes como un olivo.

Era el padre de Libertad, segundos despues de haber sido impactado por
la velocidad morbosa de una bala disparada por la candida infanta,
Exactamente a las 12:03 del día 10, 7 minutos despues de haberse apoderado
por tercera vez, de su diminuto y estrecho cuerpo, de su pequeña y humanada
existencia , que ahora sangraba tambien.

que ahora... ya no tenia retorno.


Rach

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